Empiezo hoy una serie de artículos dedicados a personas que conozco y que son extraordinarias.

Juan es extraordinario por muchas cosas, algunas de las cuales os voy a relatar.

Cualquier persona que dedica una parte de su tiempo a ayudar a los demás lo es, y él lo hace. Y se emociona, y les transmite alegría, y les da parte de su vida (y no me refiero a la del tictac del reloj, sino a la que se mide con cada latido del corazón). Supongo que no le cuesta mucho trabajo, porque lo hace con todas las personas que conoce.

Juan es capaz de llorar por un amigo que lo está pasando mal, y hará cualquier cosa que esté en su mano para ayudarle. Y no pedirá nada a cambio.

Las lágrimas asoman por sus párpados cuando recuerda a su querida madre, y eso es algo que me identifica mucho con él, aunque en mi caso es mi padre quien no está. Y le desborda la sonrisa cuando habla de sus hijos y su nieto.

Tiene una mujer maravillosa, encantadora; y estas cosas no suceden por casualidad.

Juan es un hombre bueno, sin más, nada más y nada menos. Con pequeños grandes sueños que a veces se cumplen y otras no, de momento.

Sigue, amigo, hermano, con tus sueños, haciendo feliz a la gente con tu voz, ya sea en tu programa de radio, cuando presentas un evento o cada vez que le transmites cariño a tus «enfermos». Sigue siendo tú, que eso es mucho más que la mayoría de yoes que van perdidos por las calles de este mundo, sin comillas, enfermo.